El pasado 13 de noviembre, el diario El
Mundo publicaba una entrevista, que por su interés transcribimos, con nuestro
futuro Secretario General.
Criado en un ambiente alejado del mundo
sindical, Joaquín Pérez da Silva (Madrid,1977) afronta «con ilusión» y también
«con un cierto vértigo» la nueva etapa que se abrirá cuando resulte elegido
nuevo secretario general de la Unión Sindical Obrera (USO), durante el Congreso
Confederal que esta organización celebrará en Santander los próximos 22 al 24
de noviembre.
Este maestro de Educación Física, único
candidato a la Secretaría General del tercer sindicato de España en
representación sindical, llegó a USO
por casualidad y se ha quedado en este mundo porque, asegura, «engancha».
¿Qué le enganchó de USO?
Lo que tiene
USO de atractivo es la marca. Tiene una marca diferenciada.
¿Y qué lo hace diferente de otras
organizaciones sindicales?
Pues
fundamentalmente la independencia y el pluralismo. Todo el mundo se siente a
gusto. Nadie me ha preguntado nunca qué voto. Un dirigente de una organización
sindical tiene que dejarse la ideología en casa.
Además, otra
de las señas de identidad de USO es vivir de nuestras cuotas sindicales. Y esto
te da independencia y libertad total para decirle lo que quieras a cualquiera.
Pero supongo
que esto también llevará aparejado un lado menos amable.
Sí, claro.
Tenemos muchas carencias económicas, de personal, mientras otros viven más en
la opulencia. Nosotros no somos un sindicato de moqueta, de consejo de
administración. No conozco a nadie de USO que haya tenido nunca una tarjeta
black o haya estado en un consejo de administración recibiendo una remuneración.
¿Qué retos se ha marcado en esta nueva
etapa que está a punto de iniciar?
Llegar a una
gran masa de la población que no confía ni está en las organizaciones
sindicales. Eso denota algo: que no nos perciben como útiles. En el momento que
más precariedad laboral hay, en el momento en que la gente puede tener más
miedo en su futuro próximo, es cuando más desafiliación hay a los sindicatos,
sobre todo en los dos mayoritarios: UGT y CCOO.
Los trabajadores los han castigado como
a los partidos políticos por los escándalos de corrupción en los que se han
visto salpicados. ¿En USO han perdido afiliados?
Al principio
de la crisis notamos que algunos de nuestros afiliados pasaban de cuota de
activo a pasivo al haberse quedado en paro. Pero en estos momentos hemos crecido
en afiliación y representatividad. Tenemos115.680 afiliados y somos el tercer
sindicato en representación estatal con 10.670 delegados. Algo bueno nos
perciben.
¿Y qué otros planes tiene para USO?
Otro de los
retos que nos debemos marcar es que nos conozcan en todos los centros de
trabajo. Y que perciban que somos útiles que, por ejemplo, cuando despiden a
una trabajadora embarazada, el sindicato responda automáticamente. Cuando la
gente percibe eso, ve la utilidad del sindicalismo y valora el sentido de unión
de los trabajadores.
¿En qué han fallado las organizaciones
sindicales estos últimos años?
Los sindicatos
tenemos que salir de la institucionalitis en la que están embarcados CCOO y UGT
y volver al sitio que nos corresponde, que es al lado de los trabajadores. No
estar ahí nos ha hecho mucho daño.
¿No considera útil el modelo de diálogo
social tal y como está concebido?
No, es un
fracaso como ha demostrado que UGT, CCOO, CEOEy Cepyme hayan sido incapaces de
firmar un nuevo acuerdo para el empleo y la negociación colectiva, y que los
tres anteriores hayan sido un esperpento.
¿En qué han fallado?
Pues en volver
a los mismos vicios de siempre. Al final, parece que el problema del
sindicalismo en España es que los fondos de formación para el empleo no pasan
por las cuentas corrientes de las patronales y sindicatos. Es de chiste. Vamos
a hablar de lo verdaderamente importante: de los sistemas de formación para el
empleo, de si sirve o no para llegar a un puesto de trabajo o para mejorar su
situación en su puesto de trabajo.
¿Piensa que se están preocupando más en
este asunto del quién que del para qué?
Totalmente.
Están más preocupados sobre quién da la formación. Por tanto, de quién pasa el
dinerito por las cuentas corrientes. Y todos sabemos que hay un porcentaje de
la formación que se queda en otras cosas en estructura. Así de claro. Todos
esos vicios son los que hay que romper en el sindicalismo. La gente cuando va a
creer que somos útiles y que merece la pena estar en un sindicato es cuando vea
que no hay unos intereses ocultos detrás.
¿Considera que el actual modelo de
diálogo social es excluyente?
Desde luego.
Estamos en un bisindicalismo muy blindado que se garantiza que ninguna otra
fuerza sindical pueda entrar ahí con una legislación electoral excluyente. El
sindicalismo ya no puede ser una cosa de dos.
La sociedad es
plural y el sindicalismo tiene que serlo. Luego habrá unidad de acción en temas
concretos, pero tiene que haber pluralidad.
¿Considera que habría cambiar la
legislación?
Por supuesto. Hay
una Ley Orgánica de Libertad Sindical que se ha quedado completamente obsoleta
que tendría su sentido durante la Transición, pero hay que cambiar la
legislación en materia de elecciones sindicales de manera radical. España es
mucho más plural que CCOO y UGT. Es una evidencia que los dos se han dejado
querer y han perdido la calle.
¿Qué ha sido lo peor de la política del
PP en materia de empleo en estas dos últimas legislaturas?
La reforma
laboral ha sido un torpedo al movimiento sindical y al mercado laboral. La
desregulación de la negociación colectiva, por ejemplo, se están viendo ahora
las consecuencias en muchos sitios y son devastadoras. Los descuelgues del
convenio colectivo, que prime el convenio de empresa por encima del sectorial,
etc. Han dado licencia para matar a algunas empresas y lo han aprovechado.
Pero los datos
de afiliación y desempleo son mejores.
Bueno, todavía
se cotizan menos horas laborales que antes de la crisis, y no se ha creado
empleo neto. Y el que se ha creado es de mala calidad. No podemos conformarnos.
Hay que pelear por un empleo de mejor calidad, por una formación que ayude al
desempleado a encontrar un nuevo trabajo y por recuperar el poder adquisitivo
perdido durante la crisis.
¿Son partidarios entonces de derogar la
reforma laboral?
Tenemos que
dejar de lamernos las heridas con las reformas laborales y el ‘pensionazo’. Uno
no puede volver a los 80, y luego coger lo mejor de los 90. Hay que mejorar lo
que hay. ¿La derogación acabaría con la precaridad?, me pregunto. Derogación
no, una modificación total sí.
Los sindicatos
no están yendo demasiado lentos para acercarse a las nuevas realidades
laborales (trabajadores de plataformas colaborativas, autónomos económicamente
dependientes, los trabajadores de las pymes…)
Nos vienen
retos muy grandes. Ahora puede estar un trabajador en su casa trabajando para
tres empresas distintas por cuenta ajena y otro trozo de jornada por cuenta
propia facturando. Y ese trabajador va por el pasillo y se resbala y se cae. Y
ese trabajador qué respuesta tiene de una organización sindical. Ahí tenemos
que estar y ser capaces de dar una respuesta. El trabajo que viene va a
sobrepasar las estructuras sindicales que tenemos a nivel organizativo. El
sindicato tiene que prepararse y ofrecer respuestas.