NI AUSTERIDAD, NI EFICIENCIA, NI EJEMPLARIDAD, NI HONRADEZ
El mejillón cebra es
una especie invasora que ha proliferado en ríos y lagos de España y Norteamérica.
Proviene de las cuencas de los mares Negro y Caspio y supone un grave riesgo
medioambiental y, por tanto, también socioeconómico. En España, la invasión
comenzó en 2001 en el embalse de Flix, desde donde se produjo una
dispersión a otros pantanos de la cuenca del Ebro y otros puntos, hasta
colonizar completamente esta cuenca.
Una especie
entra en un ecosistema que no es el suyo, quizá por descuido de alguien, de
algún responsable de política ambiental de alguna administración pública, y de
repente, al no existir ningún depredador que controle su población, se expande
hasta convertirse en una invasión, hasta que acaba siendo una plaga que afecta
a todo ese ecosistema e, incluso, lo pone en peligro. ¿La solución?
Lamentablemente, en muchos casos, una vez ocurrida la catástrofe, ya no existe
solución alguna por mucho empeño que se ponga y muchas inversiones que se
hagan.
Desde hace
años, la Administración Pública ha sido invadida por personal externo alterando
las competencias y facultades de los servidores públicos, modificando el
sistema. Esa especie hasta entonces desconocida para la inmensa mayoría de
nosotros se está haciendo famosa, ocupando páginas de periódicos, espacios
radiofónicos e incluso gozando de momentos estelares en el gran medio, la
televisión, por aquello de las denuncias por haber sido cedidos ilegalmente a
la administración, consiguiendo ser de la noche a la mañana empleados públicos,
con el consecuente asombro del que aprobó una oposición. Con el discurrir del
tiempo, la noticia ya no es tan noticia, y esa especie ha empezado a perder
protagonismo en nuestros medios de comunicación, pero el peligro que supone
sigue plenamente latente pues se afianza cada vez más en la Administración
Pública.
Al funcionario
público se le exige un comportamiento intachable y de respeto absoluto de la
legalidad, debiendo adecuar su quehacer profesional, en todo caso, a las normas
que lo regulan, demandándole la sociedad una dedicación exacta y eficaz en el
servicio que presta, teniendo en cuenta la concepción que se tiene hoy de la
administración, que no es otra que la prestacional y teniendo como finalidad
primaria y última la de proporcionar al ciudadano los servicios públicos de
toda clase y en condiciones óptimas.